martes, 23 de febrero de 2021

Funestos hechos evitables que no paran de crecer

En lo que va del año 2021 ya se cuentan en el país más femicidios que días. Y la escalofriante estadística puede variar -y seguramente lo hará- entre el momento que se escribe y la lectura de esta nota en virtud de un estado de cosas que espanta.

Mientras en nuestra zona hace poco condenaron a quien se apodero de la vida de María Luisa Retamozo, asesinada en Suardi como consecuencia de la actitud patriarcal y machista de la fiscal de San Cristóbal que no actuó frente a las denuncias realizadas con anterioridad, irrumpe otro crimen horrendo, el de Ursula Bahillo, perpetrado por el policía Matías Martínez en la ciudad bonaerense de Rojas.

Pareciera que las acciones de la justicia para evitar un femicidio cuentan con el consenso de violar todos los mecanismos. Denuncias desestimadas, antecedentes violentos ignorados, restricciones de acercamiento vulnerados, demoras institucionales inaceptables. 

«Hay que esperar», es la frase que resume en su brevedad toda la estructura patriarcal del sistema jurídico y policial que, en la presunción, está para resguardar a las mujeres y a los más débiles de los violentos. La desidia, el prejuicio de género, la apatía, la falta de compromiso social con una ocupación con una responsabilidad rentada y no un voluntariado ahondan sus efectos tóxicos para que hoy tengamos una sucesión de femicidios que debería sacudir las conciencias.

La indignación popular dirigida contra las dos comisarías de Rojas es un indicador preciso de cómo los vecinos de la joven asesinada identificaron rápidamente a quienes la desampararon. Peor todavía, a quienes habrían encubierto al policía que la mató de quince puñaladas, la arrojó a un descampado y luego se auto flageló para simular un agresión.

Los mensajes desesperados de Ursula Bahillo hablan del horror de su padecimiento y de la naturaleza extremadamente violenta de su atacante. Como también las denuncias de otras víctimas que se cruzaron por su camino, todas mujeres que conocieron de cerca la sistemática conducta agresiva del policía. Una de ellas relata la violación de una menor, hecho sobre el cual la propia Ursula había ofrecido su testimonio incriminador contra quien luego la mataría. ¿Fue ese el móvil del crimen ejecutado con un nivel de alevosía feroz? La investigación deberá esclarecer este interrogante clave.

Según datos de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), del 1 de Enero al 31 de enero se registraron 38 muertes violentas de mujeres, travestis y trans de las cuales 26 fueron femicidios. El Observatorio Lucía Pérez cuenta 46 femicidios en lo que va del año, es decir que hubo más femicidios que días durante 2021 hasta la fecha. El dato es tan abrumador que debería instar a declarar en estado de emergencia a todo el sistema creado para que -por ahora mucho más en la teoría que en la práctica-, dejen de morir mujeres en manos de varones violentos.

«Todos tienen miedo de que sus hijas sean lastimadas. Nadie parece tener miedo de que sean sus hijos quienes las lastimen» expresa una de las tantas frases que en estos días dieron vuelta por las redes. No hay un centímetro cuadrado del país libre de esta calamidad. Y el tiempo transcurre sin que se noten progresos significativos. El «Ni una menos» hoy tiene más vigencia que nunca y el Estado nacional, provincial y municipal no puede seguir refugiándose en la condena a los femicidas como única respuesta -tardía- a la violencia machista.

Fuentes: La Arena; MuMaLá; Observatorio Lucía Pérez

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