El 24 de marzo de 1976 el terrorismo de Estado no solo asesinaba a quienes en democracia habían elegido la vía de las armas para imponer un sistema para la búsqueda de la igualdad y la libertad, sino que fueron chupados de sus hogares y de sus trabajos haciendo víctima a mujeres y hombres democráticos a muchos inocentes por figurar en alguna agenda, por denuncias motivadas por odio, o simplemente por tener un posición ideológica diferente, como así también en otros casos para apropiarse de capitales o propiedades acusando de estar al servicio de los insurrectos.