Hace treinta años terminó una dolorosa etapa en la que el Estado que debe ser garante de la dignidad humana se había convertido en su principal negador. Con miles de muertos y desaparecidos, una economía desbastada, el aparato productivo destruido, con una guerra provocada para perpetuarse en el poder, es decir con un país en ruinas, aquel 30 de octubre, millones de personas festejaron sobre esas ruinas, celebrando el haber ganado al miedo para con la democracia garantizar la dignidad de los habitantes para todos los tiempos.