lunes, 26 de diciembre de 2011

Violencia de género: Hablar de seguridad humana en lugar de seguridad ciudadana

Cuando hablamos de seguridad ciudadana, pensamos en la garantía que el Estado debe brindar respecto de los derechos individuales de los ciudadanos en relación a los bienes y propiedades, entonces el auge de la expresión seguridad ciudadana se vincula a la inseguridad percibida por parte de la comunidad ante hechos de robo que pueden ser violentos o no, que como consecuencia genera una mayor demanda de control con más policías, más represión que terminan estigmatizando a los sectores más carenciados de la sociedad.

Si en lugar de hablar de seguridad ciudadana, habláramos de seguridad humana, podríamos tener una visión más amplia sobre la protección de las libertades vitales para asegurar la supervivencia, la dignidad a través de medios como la salud, educación y el trabajo, preservando a las personas que están expuestas a situaciones de violencia con la creación de políticas públicas que faciliten el acceso a los derechos humanos, es decir se considere a las personas como sujeto de derecho.
La violencia hacia las mujeres por razones de género es una violación a los derechos humanos, por la tanto es también una cuestión de seguridad ciudadana, humana, ya que la violencia que se ejerce contra la mujer, más allá de las formas que adquiera, es consustancial a la desigualdad y a la discriminación de género. Dicha violencia responde a las relaciones de dominio ejercidas por el género masculino sobre las mujeres con el objeto de mantener o incrementar su subordinación.
Por lo tanto las políticas de seguridad, deben tener también una mirada dirigida a los procesos y a las relaciones de dominio que provocan las situaciones de violencia y que generalmente se invisibilizan, y no congelar las imágenes de un estado de victimización.
Pero aún la producción, la política y la cultura se desarrollan bajo las leyes del Estado y el mercado, entonces cuando por ejemplo una pareja discute en la calle, encontramos actitudes en las y los observadores, que se expresan en frases tales como “No te metas, no es asunto tuyo, es un problema personal que tienen que resolver ellos. Es decir es considerada como un tema del ámbito privado y por lo tanto es excluida de toda intervención y responsabilidad social e institucional en su mantenimiento o transformación.
Si se pensara en seguridad humana y no de manera sesgada como se plantea la seguridad ciudadana se reconocería la violencia que viven las mujeres como un problema social y como una violación a los derechos como ciudadanas y se asumiría responsabilidad social y legal para garantizar una vida sin violencia para hombres y mujeres.
Muchas de las expresiones de violencias vividas por las mujeres como burlas, intimidaciones, invasiones corporales sexuales, etc., no se asocian en la percepción social con el delito.  La opinión pública ante hechos de violencia hacia las mujeres, sólo los considera delitos cuando los mismos implican consecuencias graves o visibles como marcas, lesiones graves y muerte. 
Esta lógica aceptada socialmente tiende a reproducir la dinámica del patriarcado, es decir, la dominación de los hombres y la subordinación de las mujeres, y en este sentido, es sustento de la violencia de la que son objeto las mujeres.
Por eso cuando una mujer es asesinada se habla de crimen pasional y no de femicidio, distorsionando el acto criminal y de alguna manera justificando la acción y favoreciendo a quien lo comete al considerar que quien lo comete no es un criminal, sino que es arrastrado por la pasión, por una locura pasajera de amor, de celos.
El origen etimológico del término «celos» proviene del griego que significa «preocupación por algo que se considera propio».  En el discurso social, es persistente la idea de que en las relaciones de pareja entre varones y mujeres, la mujer es propiedad del varón y le pertenece, pudiendo usar la coacción física cuando esta propiedad corre peligro. En esto los medios de comunicación a través del mal uso de los términos al dar a conocer una noticia fortalecemos ese discurso social que termina generando discriminación hacia la mujer.
La violencia hacia las mujeres debe ser comunicada como una problemática que afecta la vida de las mujeres por su condición de género y cuya transformación implica respuestas colectivas.
El rol de la prensa escrita o de la radio y televisión, no es menor a la hora de contribuir a la formación de opinión sobre distintos hechos de la realidad. La información, lejos de ser neutral, puede reproducir creencias basadas en estereotipos sobre los comportamientos y las relaciones entre varones y mujeres, o por el contrario aportar al conocimiento de la realidad y en consecuencia promover la conciencia crítica sobre los hechos y las causas estructurales de los mismos.
Este 25 de noviembre: Día Internacional de lucha contra la violencia de género debemos asumir el compromiso de contribuir a la sensibilización sobre la responsabilidad sobre las situaciones de violencia de género que tienen lugar en el ámbito privado y público para profundizar en el conocimiento de una problemática que constituye una violación a los derechos humanos de las mujeres y nos comprometamos socialmente para su erradicación a través de la generación de acciones de seguridad humana y no solo como es pensado en la actualidad en términos de seguridad ciudadana.