jueves, 8 de octubre de 2015

Traficantes de sueños depradan el futuro con complicidad estatal

Dos armas de fuego con numeración limada y sin marca fueron secuestradas y cinco adolescentes de entre 14 y 17 años detenidos como supuestos autores de robos a cinco comercios de Brinkmann anunciaron en los medios locales de manera rimbombante desde la policía, antes promocionaban la detención de dos niños de 10 y 11 años y un adolescente de 16 por el robo de bicicletas, una radiografía de  identidad en un territorio en que la angustia, desequilibrio y la barniz del porvenir atraviesa a la niñez y adolescencia por entero, mientras los traficantes siguen invadiendo las calles.

La muerte de Miguel Cañete en la comisaría de Brinkmann y la detención de Carlos Rivolta y Juan Manuel Peralta como posibles autores del ataque al auto del efectivo policial Héctor Carruega, pone de manifiesto que tienen un destino signado. Rivolta toco la frontera de la muerte y a Cañete en un hecho poco claro, le sesgó la vida al quedar arrinconados en los laberintos de las redes, mientras el Crío Walter Gonzalez es señalado públicamente por el oficial Héctor Carruega como responsables de los hechos acontecidos.
La multiplicidad de las drogas viene minando los cerebros encontrándolos sin saber demasiado quienes son en una esquina cualquiera y al ver el movimiento de otros que mueven sus pasos, intentan dirimir sus propias identidades mientras las instituciones del Estado, los medios y la sociedad le asestan sellos imborrables en la frente del que difícilmente se sale al no encontrar resplandores de claridad desde ninguna fisura. Llegan estigmatizados por vacios que son preparados con escrupulosidad, quedando desamparados y olvidados hasta que las redes los transforman en violentos donde la vida suele ser para ellos un fantasma que al poner en riesgo el sistema son devorados por la cárcel.
Anuncian como la gran obra el secuestro de armas limadas y la detención de niños, adolescentes y jóvenes para hacer creer a la sociedad que el caso fue resuelto, poniendo en el ring de murallones, espacio donde depositan a los olvidados, sin que la sociedad tome conciencia que una que atravesaron la reja deriva en un drama social indisimulable para los sectores socialmente excluidos, mientras los delincuentes de guantes blanco, financistas del narcotráfico, lavadores de plata, contrabandistas, tratantes de personas con la participación de profesionales siguen tejiendo alianzas con el poder oficialista y opositor para seguir moviéndose en los vericuetos de la impunidad y ante cada caída, cada derrumbe de aquellos que las instituciones ven una y otra vez caer, son cercados para fagocitarlos en el espacio de los olvidados.
El sociólogo Javier Auyero y la docente María Fernanda Berti en «La violencia en los márgenes» sostienen que la violencia se esparce «y se parece a veces a una cadena, que conecta distintos tipos de daño físico, y otras a un derrame, un vertido que si bien se origina en un intercambio violento, luego se expande y contamina todo el tejido social de la comunidad». Al mismo tiempo dicen que pueden darse una pelea entre transas o dealers de droga, más las acciones y las omisiones de una policía que intermitente y selectivamente reprime y se asocia a los márgenes de los márgenes como parte de un Estado que, de manera contradictoria, alienta o alberga a esa policía y a la vez despliega políticas de salud pública, así sean módicas e insuficientes, o paga la Asignación Universal por Hijo.
Auyero y Berti sostienen que «la economía de la droga es una espada de doble filo. Mientras sostiene comunidades pobres, simultáneamente las quiebra por dentro», dicen en un tramo. Se trata de violencias que queman y destruyen, cuerpo contra cuerpo, individuo contra individuo, muerte contra muerte. Mientras las estructuras controladamente violentas del Estado demarcan los límites de movimiento y de vida de los eternos olvidados».

Buscan controlar la acción del pueblo
Siempre se escuchan tiros cerca de una casa en la que se vende drogas, cuentan vecinos que residen en la zona donde a principios de septiembre tirotearon al joven Carlos Rivolta que salvo milagrosamente su vida. Apuntan además que el dueño de casa se lo suele ver en el municipio moviéndose con familiaridad por las distintas dependencias.
Una muestra de cómo el pulso de la violencia está comenzando a ser parte de la vida cotidiana en una comunidad que en una primera mirada impera la normalidad, donde todo pareciera suceder con aparente curso normal. La aparición de Miguel «Miguelon» Cañete sin vida en la comisaria está diluyendo la máscara de la apariencia.
Decir que las drogas invadieron la ciudad, no es una novedad, que las pibas y pibes se falopean y consumen alcohol en la calle como esponjas es una postal de la más cruda realidad de lo que ocurre y al mismo tiempo anuncia que la próxima víctima puede ser su hijo o su nieto, mientras los traficantes se mueven con absoluta libertad para transformar en victimas a chicas y chicos aumentando los índices de inseguridad, tendiendo el puente hacia la muerte.
Caminando las calles en los diferentes barrios la gente indica los lugares donde se comercializan estupefacientes de la misma manera que señala donde queda el almacén de la esquina. En un terreno detrás de la feria hasta no hace mucho tiempo producían marihuana a la vista de todos, cuenta una mujer que temerosa pide que no diga nada porque tiene niños pequeños. Dos jóvenes en una estación de servicios cuentan que en un local bailable disponen de una habitación para la comercialización, ver móviles en las calles en la que se reúnen policías con narcos, no sorprende a los vecinos, así cada uno va describiendo cómo funciona el narcomenudeo que surgió como producto de los depósitos de drogas que los traficantes arman para el acopio en lugares que tienen asegurado que no existe control, ocupando mano de obra a la que le pagan con cocaína.
El narcomenudeo funciona porque existe una red de corrupción y complicidades que hacen que se vaya enquistando en la sociedad comprando voluntades en todos los frentes, haciendo más tarde que el control de circulación y comercialización de origen a sangrientas peleas entre bandas por el control del negocio. Pero no es un fenómeno que surgió hace poco tiempo; tiene orígenes lejanos, acelerándose en los últimos quince años como consecuencia del acuerdo entre los partidos gobernantes que dejaron que el contrabando, la explotación sexual, la venta de alcohol a menores y el inexistente control en distintos ámbitos diera lugar al avance narco sin ningún límite, aumentando la adicción a las drogas y el incremento de hechos delictivos poniendo en vilo a la comunidad al elevarse el nivel de narco criminiladidad y esta termina pidiendo que niños, adolescentes y jóvenes utilizados por el sistema sean puestos en el depósito del olvido, fortaleciendo el gran negocio.
Hay una regla básica que es de manual, el narcotráfico, el crimen organizado no se expande donde quiere, sino donde puede, donde lo dejan, donde advierten que pueden lograr complicidad en el ámbito de gobierno, policial, como así también judicial.
La muerte de Miguel «Miguelon» Cañete en la comisaría de Brinkmann, está comenzando a resquebrajar el andamiaje, gente que empieza a decidir meterse, que está perdiendo el miedo, que marcha entendiendo que la batalla se gana desde el pueblo hacia arriba.
No son pocos los que se animaron a demostrar que los violentos no son los vecinos de a pie que resolvieron expresarse pacíficamente frente al aparato represivo montado para atemorizar a quienes entendieron que la seguridad  ciudadana no se logra instalando video cámaras, con más policías y móviles para detener a las victimas muchas de ellas soldaditos de delincuentes de guante blanco que siguen manejando el negocio e incrementando el fenómeno social para someter cada vez a mayor cantidad de gente, haciendo que la tranquilidad pueblerina pase a ser historia.
Quienes desprestigiaron a quienes decidieron participar desde una caminata, juzgando, acusando de malos intereses y defenestrando a personas no deben olvidarse que hay una generación de jóvenes en juego. Exige a todas luces, de un debate serio. No hay que trivializar el fenómeno y esconder la basura debajo de la alfombra, para no lamentar la pérdida de la paz y la democracia en el futuro.

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