jueves, 26 de febrero de 2015

El ajusticiamiento de la plutocracia

El reciente intento de linchamiento a la adolescente que asesino a María Fernanda Chicco, es una regresión colectiva que en lugar de buscar justicia, tiene que ver con la venganza, pretendiendo sin valor y espíritu resolver una muerte con otra muerte. Es una radiografía del sistema social, cultural y político donde ante la ausencia del Estado se instala que el problema es la otra víctima, mientras los facinerosos que manejan las redes delictivas con la complicidad de gobernantes y funcionarios actúan libremente para llevarnos a situaciones como la vivida en la ciudad de Ceres.

«Los linchamientos dicen bastante de nuestra condición cívica y política; ilustran la propensión a formar turbas para no asumir responsabilidades, el desprecio por nosotros mismos, la confusión moral en que nos coloca siempre sentirnos víctimas, y el resentimiento como casi único cemento unificador» dice el investigador del Conicet Marcos Novaro en «Linchamientos y demás ajustes de cuentas» y resalta «Cuando renunciamos al instinto nos privamos de ciertas libertades; no podemos hacer justicia por mano propia por un arranque de furia. En estos episodios de bestialización del comportamiento, lo que tenemos es una negación de sociedad».
«Toda persona tiene derecho a un juicio justo, sean víctimas o victimarios», como expresa el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel. Una muerte sin sentido como la de María Fernanda, no puede justificar matar a otra persona, solo pone de manifiesto como a un grupo de unas 700 personas que rompieron la comisaria, móviles policiales e hirieron a tres efectivos los convierte en personas que no valoran la vida, como si a quien se pretendió linchar fuese de otra especie diferente.
Maria Fernanda fue víctima de una adolescente que habría intentado imitar su identidad, cegada por sus celos, probablemente cargando sobre sus espaldas una historia de vida que no debe ser la de las mejores, inmersa en una sociedad que tiene una clara dirección hacia la violencia, un Estado que no protege a la adolescencia ante las permanentes frustraciones impuestas por la sociedad de consumo, entre otras causas que puede haber engendrado en la adolescente de 16 años esa obsesión ilimitada, siendo de alguna manera victima de este perverso sistema que  castiga simbólica y físicamente, estigmatiza y excluye, que para nada justifica que siendo tan chica haya asesinado a la ex novia de su actual pareja. 
En un Estado de derecho únicamente la justicia es quien debe determinar cada una de las circunstancias, y aplicar las leyes establecidas para la convivencia ciudadana, como ciudadanos lo único que debemos hacer es exigir que la justicia garantice la aplicación de las leyes y no transformarnos nosotros en homicidas. En ese sentido el padre de María Fernanda, Javier Chicco a pesar del dolor y todo lo que significa la pérdida fue el más consiente de todos, expresando, «En esta hora de profunda tristeza, como familia no queremos venganza, queremos y exigimos que sean severos con la condena para la persona que tuvo la responsabilidad en el crimen».
Como también lo hace otro grupo de vecinos que bajo la consigna «No existe democracia sin participación» convocan de manera pacífica para movilizarse este domingo 1 de marzo a las 19 frente a la estación, con el propósito de exigir una urgente reforma legislativa para que nunca más nadie tenga que pasar lo que está pasando la familia Chicco. «Hacer que las cosas cambien será nuestro homenaje a María Fernanda» concluye la convocatoria que circula por las redes sociales, algo absolutamente diferente al linchamiento intentado por el primer grupo de vecinos y que tiene un verdadero sentido de comopromiso social por la justicia.
Innumerables mensajes aparecidos en las redes sociales y el intento de linchamiento a la adolescente no es la condena del delito en sí lo que se busca, sino que por pertenecer a una clase social en la que sus responsabilidades se diluyen y experimentan un sentimiento de impunidad, incluso de heroísmo ante el grupo que los alienta a ensañarse, buscan venganza en lugar de justicia.
Estos sectores nostálgicos que sueñan con la época de plomo cuando los militares cumplían el papel que ahora quieren cumplir estos vecinos justicieros, se esconden ante los responsables del crecimiento del narcotráfico que mata a las pibas y a los pibes, tampoco se manifiestan contra políticos, funcionarios, dirigentes financistas hacedores de grandes fraudes que afectan a la sociedad en su conjunto con poder destructivo generador de desigualdades que terminan por llevar a la adolescencia hacia el vacío, menos aún para reclamar ante el poder político todos los días un proceso social que incluya a los jóvenes en materia social, educativa, laboral, por terminar con el capitalismo brutal, verdadera matriz de aquellos que hoy pretenden linchar a sus semejantes.
Cientos de madres fueron víctimas de los hechos más atroces jamás pensados para sus hijos que fueron raptados, torturados, violados, asesinados y desaparecidos. Sin embargo, ninguna de ellas salió a linchar a los verdugos de sus hijos, esperaron más de 30 años para que la Justicia los condene y aunque muchos pensemos que la Justicia que no llega a tiempo muchas veces no es justicia, ellas no se convirtieron en lo que condenaban y repudiaban.

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