miércoles, 23 de septiembre de 2015

La violencia armada golpea nuestras puertas

Nuevas fotografías sociales dan cuenta como la violencia va creciendo como salida impulsiva que se instala como modo de tramitar la resolución ante cualquier episodio. Los espacios se van colmando con oferta de drogas y de manera paralela los índices de inseguridad cotidiana parecen aumentar. Cuando la multiplicación se naturaliza, viene para quedarse.

La crónica policial de los primeros días de septiembre daba cuenta que Ariel Córdoba recibió dos disparos de arma de fuego y otro hombre de apellido Herrera quedó internado con múltiples golpes como consecuencia de hechos de violencia ocurridos en barrio Pueblo Viejo de San Guillermo. Un hombre sufrió cortes en su muslo derecho al ser agredido con un arma blanca por un vecino con quien sostuvo una discusión en Balnearia. El tercer hecho daba cuenta que en Brinkmann el joven Carlos Rivolta recibió impactos de bala en su espalda y en una pierna, siendo detenidos Claudio López, Nicolás Depiante y Federico Misgklic vinculados al hecho.
El uso de armas describe un clima de desbordes y descontrol que hacen estragos al abordar los conflictos, algunos de ellos derivados de la comercialización de estupefacientes que empuja a transgredir sin límite ni freno. De ahí a que la muerte golpee nuestras puertas estamos a un paso, como viene ocurriendo en otras latitudes que ante situaciones de esta naturaleza dejaron que las relaciones de dominación de territorios, donde el miedo generado por los que llevan o usan arma de fuego, terminan enraizando la reproducción de la violencia crónica destruyendo el tejido social.
Hay que rebelarse para obligar a un debate colectivo sobre por qué pasan estas cosas, para que no sean desatendidas por los responsables de las políticas públicas y de manera fundamental para hacer justicia, denunciar hipocresías y terminar con las diferentes impunidades de los delincuentes de guantes blancos que financian la droga, de los lavadores, que infectan las instituciones, el fútbol y toda la actividad económica con su dinero sucio que opera estigmatizando grupos de población, extendiendo el radio a un perfil racial, territorial y socio económico canalizando temores.
Seguir silenciosamente viendo como transcurren los hechos pensando que la inseguridad se resuelve con una camarita, discriminando y criminalizando a las víctimas, solo nos llevará a vivir sobre saltados, a encarcelarnos, enrejarnos, blindarnos y dejar de salir a la calle, mientras las bandas avanzaran controlando parte del territorio defendido a través de la violencia armada para arrebatar nuestro destino y el de las futuras generaciones.

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