jueves, 13 de agosto de 2015

Pibas y pibes de la hipocresía

«Qué otra cosa queres que haga, no dan laburo, mi vieja no tiene un mango», dice un pibe que apenas paso los trece años. Son los chicos que ven que la ciudad que consume, los expulsa poniéndolos al servicio de los que hacen el negocio, pero les organizan un decoroso festejo del día del niño, si es que no los filmaron para ponerlos unas horas entre rejas para lavar la conciencia.

La madre del pibe mayor de varios hermanos, golpeo puertas, pero nada, solo alguna que otra changuita y transformó a su casa en un kiosco de venta y él paso a ser un repartidor, nos cuenta sin saber que su mundo de violencia y droga lo pone camino hacia la muerte.
La impotente naturalización no encuentra explicación lógica a lo que sucede diariamente en una descompuesta sociedad que ante el problema estructural que padece, pide a gritos video cámaras, móviles y policías para acompañar las acciones propagandísticas y el protagonismo sin acción de los discursos que quedan en letra muerta, profundizando las condiciones sociales críticas.
Las niñas y los niños inocentes alegres a los que les festejan su día en una fecha según la conveniencia del mercado, concurren a cada uno de los eventos para ser culturalizados para la burocracia, el individualismo y el consumo. Una hipocresía con rostro de niño que hace quienes no ingresen al oro encuentren reparo en la violencia que ya es parte de sus vidas. En ese mundo encuentran un protagonismo que no tienen en ningún espacio y lo naturalizan, para no sentirse tan excluidos y maltratados.

El narco tráfico saltó el alambrado
«Mi hijo iba al club hasta que descubrí que en las prácticas de fútbol consumía drogas.  Por suerte yo lo pude recuperar» relata un padre de Brinkmann en un encuentro de familiares de adictos en recuperación quien al mismo tiempo acotó que fue informado el director de uno de los colegios de esa localidad que en el baño se consume, pero nada hizo al respecto.
El poético relator de fútbol Walter «Gol» Saavedra en el mundial Brasil vociferaba: «¡El fútbol me rescató de las balas de la yuta que se llevaron a tantos amigos! Los que tildan al fútbol como el opio de los pueblos pero se drogan en silencio y les venden esas porquerías a los niños en las villas, también se ponen esa camiseta arriba de la que dice impunidad». 
Los clubes que eran puntos de encuentro de la niñez y la juventud al dejar de ser el deporte en algunos de ellos, una recreación para que las pibas y pibes se reconozcan pasando a ser una competencia que excluye a quienes no tienen condiciones deportivas para transformarse en un negocio no siempre legal de unos pocos, permitió que el narco tráfico salte el alambrado.
La droga ha logrado permear en los niveles básico y medio de la educación, ante la complacencia de las autoridades, que están dormidas en sus laureles, cuentan padres que pusieron en conocimiento a directivos de distintos establecimientos educacionales en la región de esta realidad que está golpeando las puertas de las escuelas.
«Si existen estos tres caminos para los jóvenes: educación, deporte y un puesto de trabajo, no se cae en las drogas o el alcohol, ni en otros vicios», dijo el papa en su discurso en junio del año pasado en la Plaza San Pedro. Ante cada verdad santa los creyentes se rajan las vestiduras, pero hipócritamente miran para otro lado.
¿Cuándo señalarán a los culpables? ¿Cuándo exigirán a los responsables de los poderes del Estado que se reúnen satisfechos de sí mismo a que actúen? ¿Cuándo se atreverán a enfrentar a quienes generan residuos humanos sometiendo a la niñez y a la adolescencia? ¿Hasta cuándo van ser cómplices del narco tráfico? ¿O habrá que esperar a que alguien de apellido sea víctima de una muerte?
No son pocas las manos solidarias que se extienden durante algunas horas para que todos los niños tengan su festejo y disfruten de unos minutos de igualdad, pero de nada vale la acogida, porque solo con caridad no habrá emancipación ni liberación de estas niñas y niños. 
Al celebrarse el día del niño es necesario reflexionar que el pibe que vende droga, el hijo que tuvo que ser sacado del club y las pibas y pibes que consumen en la escuela son el producto de las comunidades, que ocupadas por el mundo material hace demasiado tiempo dejó de proteger a sus niños y adolescentes.

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