viernes, 17 de agosto de 2018

¿Igualdad o desigualdad?

La igualdad y la desigualdad es la causa que desde el nacimiento de la Nación constituyó claramente a dos sectores y desde entonces se viene encarnando la lucha entre quienes defienden sus privilegios justificando la desigualdad como una cuestión natural y quienes en la búsqueda de la igualdad, defienden el goce de derechos para todas y todos.

Los defensores de la igualdad  de derechos a lo largo de la historia materializaron la lucha con compromiso social enfrentando con su cuerpo a los sectores que defienden un mundo de privilegios para unos pocos. La Argentina actual está sufriendo las consecuencias de un programa que culturalmente pretende derrocar a quienes sostienen las demandas de los pobres frente a los ricos con soberanía nacional desde un Estado fortalecido. La lucha entre igualdad y desigualdad, es la grieta en la que vivimos.
Hasta mediados de la década del 70, en la Argentina la causa era obrera como protagonista de la defensa de la igualdad frente a los defensores de los privilegios, quienes el 24 de marzo de 1976 con la excusa de reorganizar la República con la promesa de terminar con la corrupción peronista, tomo por las armas el gobierno desde donde destruyeron la estructura productiva nacional, quedándose con la mayor parte de la renta del sector asalariado, despareciendo los cuerpos de todo aquel que se opusiera al saqueo que se propusieron del país en todos sus aspectos.
Las consecuencias de ese nefasto proceso que extermino a 30 mil almas y mutiló a millones de habitantes al condenarlos al hambre y la miseria, concluyó con un desastre económico y la trasnochada guerra de Malvinas con la intención de perpetuarse en el poder, sometiendo a otro grupo de jóvenes víctimas, pero que aceleraron el proceso hacia la recuperación de la democracia.
Aquel proyecto económico tuvo un respiró con la presidencia de Raúl Alfonsín,  sufrió el primer golpe de Estado económico en Latinoamérica después del proceso militar, fue profundizado en la presidencia de Carlos Menem a través de la entrega de las empresas nacionales a los grupos económicos extranjeros, terminando con la crisis del 2001, proceso que intentaron sostener con el Estado de Sitio dictado por De la Rúa, dejando las peores imágenes de la represión policial que asesinó a vecinos que habían ganado la calle en busca de la igualdad.
El nuevo proceso iniciado en el 2003 asumió las nuevas demandas sociales y culturales que, tras la década neoliberal de los años noventa, había sido destruida, sobre todo el kirchnerismo asumió las reivindicaciones de los organismos de derechos humanos por la Verdad, la Justicia y la Memoria.
Con un proceso que no cuestiono demasiado la extracción de recursos como la mega minería o monsanto, desde la unidad del campo nacional y popular fue generando desarrollo con recuperación del poder adquisitivo del trabajador. Un proceso que recupero parte de la igualdad perdida, pero demasiado caro para quienes buscan las desigualdades para sostener sus privilegios.
En este nuevo proceso ya no necesitaron de la complicidad de la Junta Militar como en el 76, con un ejército mediático, bombardearon las mentes para hacer creer a la clase media que podía pasar a ser alta, pisando a los de abajo con la promesa como lo hizo el grupo Cívico – Militar – Eclesiástico con el golpe de Estado del 76 que el gobierno de Cambiemos llegaba para salvar a la República de la corrupción populista.
Una mayoría compró aquel discurso y los defensores de la desigualdad y los privilegios, por primera vez en la historia lograron en las urnas avanzar en la batalla cultural, fortaleciendo en la mentalidad argentina la superioridad de lo privado, extranjero para engrosar las ganancias de los sectores más poderosos. La tan difundida grieta, no era más que una herramienta para instalar la vivencia del odio y resentimiento cultural como parte de la codicia y la miseria humana para obtener sin límites privilegios desde la desigualdad.
A 42 años del golpe de Estado de 1976 perpetrado por grupos económicos que asesinaron y desaparecieron a 30 mil compatriotas con el objetivo de quedarse con el país, nuevamente volvieron a la carga esta vez ya no con el ejercicio del poder a través de las armas, sino que el poder mediático primeró colonizó a la sociedad, ubicando directamente a los gerentes de los mismos grupos que al igual que en la dictadura militar y en los noventa generan una nociva regresión cultural que a medida que transcurre el tiempo cada vez nos aísla más al profundizarse el individualismo que comenzaron a construir desde 1976, como herramienta sustancial para el establecimiento de desigualdades.
Sin embargo las multitudinarias marchas de mujeres en reclamo por igualdad de derechos, como así también las consecuentes marchas de cada 24 de marzo, son expresiones de lucha popular que reivindican las banderas de aquellas mujeres y hombres que ofrendaron sus vidas por una sociedad más justa.
Articular los más diversos proyectos de igualdad social, sin rechazar las discusiones, críticas y tensiones internas, pero siempre sustentado en los Derechos Humanos nos permitirá reencauzar las demandas igualitarias con solidaridad por educación; salud pública; trabajo digno; vivienda; igualdad de género; entre otras tantas.
La pesada herencia de lucha, transformación y revolución no se la debemos dejar a nuestros hijos y nietos, sino que en estas horas del país, es necesario salir de la pasividad individual definiendo si seguiremos sosteniendo la desigualdad, sometiendonos en beneficio de los privilegiados o encarnamos un trabajo colectivo por la igualdad de derechos.

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