«El cuerpo de
Eugenio Toledo, alias «Kaparata» fue encontrado sin vida este jueves en horas
de la noche en una casilla ubicada en el Basural Municipal de San Guillermo.
Según lo que pudo trascender el cuerpo habría estado sin vida desde la noche o
madrugada del miércoles», cronicaron los medios sanguillerminos el 2 de julio.
La información
indicaba que la médica policial corroboró que el deceso se habría producido 24
horas antes de haber sido encontrado sin vida en el basural municipal como
consecuencia de una falla multiorgánica por hipotermia.
Señalaron que
habría trascendido que la víctima de 54 años sufría de algunos problemas
cardíacos y el mismo medio informaba que era un personaje muy querido para San
Guillermo, mientras las redes sociales se inundaban con mensajes que
evidenciaron el desamparo que venía arrastrando con la lógica de los débiles.
La helada noche
lo sepultó en una andrajosa habitación del basural municipal de San Guillermo,
la que fue sepultada casi al mismo tiempo que el cuerpo iba camino a su última
morada como mecanismo de invisibilización de un trabajador municipal al que le
pagaban por su tarea unos 4 mil pesos mensuales como subsidio por discapacidad,
negando la dependencia municipal ante sus familiares como rubrica de la
historia de subsuelos del sistema que vienen construyendo.
Un gobierno que
alambró la ciudad entre el barrio Pueblo Viejo y el resto de la zona urbana por
el coronavirus, pero dejó que un trabajador con morbilidad y discapacidad cuide
el basural para después justificar en las redes sociales al demoledor sistema
que encarnan con un escrito titulado «Tu rubia y tú morocha, hoy te queremos
pedir perdón. Perdón, nos faltó tiempo».
No fue el frío
filoso que se llevó la vida de este hombre, fue el sistema que vienen
engendrando y ocultan en base a la censura. Para evitar tener que explicar a la
comunidad el abandono, la negligencia, el incumplimiento de funcionario
público, o el nombre que se quiera poner, prohibieron a la prensa preguntar a
los funcionarios municipales sobre lo vinculado a la muerte de Eugenio
«Kaparata» Toledo. Un hecho que pone en evidencia que no fue falta de tiempo.
Rubia y morocha
que dejaron caer encima el frío como navaja para salir a vender humo de
campaña, porque «Kaparata» no murió de frío. Murió de abandono, de
indiferencia. De decisiones políticas. Entonces. No fue falta de tiempo de los
que manejan informes que quedaron en la mano de los que construyen para pocos.
De los que eligen quiénes están y quiénes no de este lado de la vida, porque
«Kaparata» no murió de hipotermia. Murió de inequidad, desamparo, olvido.
El basural
municipal está lejos de la reacción, algo que se demuestra con el estruendoso
silencio de quienes en cada una de las discusiones públicas frente a la muerte
se indignaron, pero a casi 30 días, los kaparata siguen transitando su
desgracia ante la hipocresía en lugar de arremangarse para nockear a la
crueldad y dar paso a la solidaridad
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